Y, sin embargo, aun no he dicho mi verdad. Solo he dicho mis pensamientos. Una parte de mi verdad
se halla en la dirección que mis ojos toman cuando mis tímpanos escuchan el insulto y en el latido que
mis muñecas sienten cuando un bello enemigo me estruja su coraje en mis solapas. Otra parte de mi
verdad, en las frases que se le dicen a una novia cuando ya se conocen todas las rutas de su piel. Y, acaso,
el final de mi realidad puede saberse si el juego de la vida me coloca en el trance de escoger entre mi muerte y la de mi madre. Pero aun después de haber matado a mi madre no sabré exactamente mi verdad.
Solo la situación arterial de mi dedo, anclado en el gatillo de una pistola sobre mi sien, me demostrará
si en efecto soy capaz de ser algo verdaderamente verídico en el mundo.
La poesía es solamente una fase inicial de la nobleza de la vida. Poseer un temperamento poético no es mas que un parentesco lejano con esa fase inicial.
Hay dos formas de jugar con los impulsos del corazón del hombre: arrojándole el pedazo de pan de la
democracia y escupiéndole el pedazo de patria de las bayonetas.
Aun hay otro procedimiento: imponiéndole el pedazo de ciencia de la filosofia.
Y otro: subjugándole con el trozo de vida de la divinidad.
Solo una clase de hombre existe que pueda servir santamente a Dios: los que nacieron con el
temperamento de desconocerlo, para gozar de la existencia con el amor y la solidaridad.
Conocer a Dios para martirizarse la inteligencia y la sensibilidad, es como abofetear a nuestra
compañera para conocer el amor.
Un matrimonio sinceramente feliz es un caso de santidad superior al de los mas grandes místicos.
No pongo en ello ni una gota de ironía. Hablo de ese matrimonio en el que tan armónicos son el
anhelo y la táctica de apresar la vida, que conseguirá, por lo tanto, lo que ningún santo logró:
divinizar la carne, carnalizar la gloria.
Buscad mujeres frias para el amor. Las ardientes os engañarán sin pena ni gloria.
Buscad hombres de sentido práctico para el matrimonio. Los de inclinaciones románticas, hasta
para engañaros vacilarán.
Pués: aquí termina la página número seis del libro nueve. Son pensamientos y textos que
pudieran ser de rigurosa actualidad. Hasta pronto.
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