Hoy es un día gris, con viento desapacible, lluvioso ...
me produce cierta tristeza.
A el le encantaban estos dias.
¡ Va por tí, padre !
Con alquitrán y chinitas
vienen haciendo caminos,
allí donde florecían
las amapolas y el trigo.
Allí, donde nos besábamos,
en denso gris duerme el río.
Nubes amargas secuestran
aquellos azules limpios.
Pudriéndose están los pájaros
dentro de sus propios nidos.
El corazón y el recuerdo
se van quedando vacios.
Está muriendo el paisaje
antes que nosotros mismos.
Como tú sería mi niña.
Dios te prolongue, muchacha,
mucho tiempo esa alegría.
De cierta manera, en tí
ella sigue estando viva.
Delante de las jóvenes manzanas
he puesto una puerta.
Al paso de la garza y el clavel
he puesto una puerta.
A la vista del cacto y la serpiente
he puesto una puerta.
He puesto una puerta
a la eclosión del sol en el océano,
a la gracia del viento en las melenas.
A la altura del niño y la paloma
he puesto una puerta.
Al alcance del cóndor y las nubes
he puesto una puerta.
Al presentir la hoguera y la nevada
he puesto una puerta.
A la vibrante espiga
y al sosiego frutal de los olivos
le he puesto una puerta.
He puesto una puerta
al sexo florecído en su criatura,
al regazo de tierra
en que duerme la carne ya cumplida,
a los hondos diamantes de la noche
y a los dulces luceros del crepúsculo.
Para amparar mi paz le he construido
una cripta de espejo a mi persona
y un muro de silencio itinerante
contra el clamor común de cada día.
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