Incumpliendo el propósito de mi anterior entrada, no tengo mas remedio, después de encontrar entre sus papeles, el siguiente escrito que transcribo; evitar el recuerdo que me produce la interacción y complicidad que disfrutábamos mi padre y yo es cosa imposible.
Cuando yo tenia una idea o concepto de un tema lo escribia a mi manera y después le pedia que el le pusiera las palabras mas precisas para expresar, mas correctamente, mi pensamiento del tema.
Este podria ser un ejemplo y además, a pesar del tanto tiempo pasado, podria ser actualidad.
DICE ASÍ:
¿ Quién es libre hoy ? Lo pregunto porque de un somero examen o reflexión sobre la realidad circundante, nace la sospecha de que el que verdaderamente lo es casi nada tiene de semejante con quien en buena lógica debiera serlo, ya que así se desprende de su normal comportamiento como ciudadano atento a sus deberes y derechos.
Quienes en esta triste actualidad que soportamos disfrutan de plena libertad de movimientos, mas aún,
quienes vulneran en su particular provecho los límites naturales que garantizan el ejercicio humano de las libertades, son, precisamente, aquellos que, por higiene civil, habrían de tener controlados sus derechos y vigilada su conducta. En resumen, quienes hoy en día disponen de las ciudades y los pueblos a su libre albedrío, mandan en sus calles, allanan sus jardines, asaltan sus instalaciones públicas y amenazan la integridad de sus habitantes, quienes jurídicamente tendrían que mantenerse aislados de la colectividad, sustraidos al desenvolvimiento normal de la ciudadanía.
Y no me refiero solamente a la delincuencia común e inmediata, el tironero, el drogadicto, el macarra,
el proxeneta, el ladrón de barrio pobre, todos esos que constituyen tema cotidiano de conversación
en tiendas y mercados, sino también a la que componen los magnos inalcanzables, las secretas dignidades que calcinan los bosques, las multinacionales de la droga, los traficantes de armas, todos esos solemnes caballeros de la finanza sumergida que blanquean con impecable decoro sus beneficios.
Así, pués, ¿ quiénes quedan entre rejas ? . Quedan, y bien ajustados, por cierto, los que por fuerza de ley o desvario del azar esperan largos años tras de éllas, los visitadores fugaces, los que peregrinan de posada en posada, los que rara vez están aunque siempre son: flaco número, aún siendo tantos, sin
embargo, que ya crujen los muros, vacilan los cuerpos de guardia y desbordan toda razonable capacidad de gobierno, ya que quienes quedan en las cárceles constituyen, por muchas nuevas que se edifiquen, una ínfima minoría de la población.
Porque los que forman la inmensa mayoria, singularmente en las modernas urbes -en el medio rural se goza todavía de cierto amable arcaismo, si bien aceleradamente declinante- son los que sufren en otras cárceles, distintas en aparencia, confortables, favorecidas por el desarrollo tecnológico, levantadas sobre suelos benditos repetidamente recalificados, carísimas, devoradoras de presupuestos familiares,
poderosas nutríentes de los Bancos, crispados ángeles bursátiles, que se elevan por encima de las
catedrales, que secan las infinitudes del mar o se cimientan en las tierras desérticas que un tiempo fueran ubérrimos campos de labor.
Colmenas gigantes, frios diseños cibernéticos, en cuyas celdas calculadas al milímetro nos encarcelamos sin remedio, al amparo y servidumbre de una próspera industria de seguridad doméstica,
blindando puertas, enrejando balcones y ventanas, metalizando huecos en donde aún de la luz y del
aire se sospecha.
Así, condenados y encarcelados de por vida. Aunque, eso sí, en régimen abierto.
De una idea de Rafael; escrita por EDUARDO ÁLVAREZ HEYER
primavera de 1973.
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